sábado, 11 de diciembre de 2010

Un invierno de leyenda en el Valle de Arán


El Valle de Arán, no obstante ser considerado hasta hace unas décadas como un término de difícil acceso en la geografía pirenaica, siempre resultó muy atractivo como lugar de residencia. Ni su agreste topografía -culminante en los casi 3000 metros del Montarto-, ni un clima sometido a los rigores de la altitud y del Continente evitaron su colonización humana. La tribu de los Arenosi fue mencionada por primera vez en los anales de Roma por el historiador Polibio, en el siglo tercero antes de nuestra era.


Ya desde entonces una red de villorrios ejercía sus tradiciones, solidificándose culturalmente con el prolongado aislamiento y la rudeza noble de los paisajes del Valle de Arán. Hasta hoy nos llegan sus costumbres, ritos y leyendas.


Cuentan los mayores que la montaña del Aneto está maldita. A sus empinadas faldas solían conducir los pastores sus rebaños de ovejas. Una tarde de lluvioso invierno cierto peregrino, que andaba tullido por esos parajes, rogó a un ovejero que le indicara dónde podría comer y guarecerse hasta el amanecer. El pastor le señaló una roca, aconsejándole meterse debajo si quería pasar la noche bien cobijado. Pero el peregrino, que era Dios mismo, respondió convirtiendo al pastor y a sus ovejas en pedruscos, los mismus que hoy yacen debajo de las nieves perpetuas del maldecido Aneto.


Bella historia, mas muy alejada de la reconocida hospitalidad aranesa, refrendada por los más de 60 hoteles, hostales y moteles que hoy día reciben a los cientos de miles de turistas que cada año acuden al Valle de Arán.


Desde el Puerto de La Bonaigua, escarpada y única entrada española al Valle de Arán en tiempos remotos, hasta el Eth Pónt de Rei, ya de frente al Garona francés y al otro lado de la cuenca, el Valle de Arán es un permanente atractivo turístico internacional.


En esta época se imponen los deportes de invierno, como el esquí. Para ello nada mejor que la estación de Baqueira, desde donde también podrá asistir a la magia aranesa, presente en cualquiera de sus 33 poblados de madera y pizarra. Reservar con tiempo no es difícil, pero sí necesario en aras de la seguridad de su agenda.

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